21.
“EXORCISMO EN...”
Ya
era sacerdote y, repentinamente, conseguí mi primera destinación,
por orden papal. Querían información veraz y fehaciente del
escabroso suceso que había ocurrido en un pueblecito de los Pirineos
catalanes con un párroco. ¡¡¡Al fin me emancipaba!!! Tenía
que descubrir, si lo que había ocurrido era realmente un suicidio o
por lo contrario el Abad de la diócesis de Barcelona, a la cual
correspondía este cura, había omitido en su carta al Vaticano algún
“detalle” nada agradable que pusiera en peligro su potestad
canónica. Nadie estaba informado de la investigación que tendría
que efectuar con cauteloso sigilo. Era: Alto Secreto. Ah, se me
olvidaba, me llamo: Robespierre Windons; No sé a ciencia cierta cuál
es mi real procedencia… ya que mi tía abuela Lilay, una
octogenaria de armas tomar, tacaña empedernida, y que suele tener
lagunas en su memoria, aparte de algún que otro acceso de tos debido
a que su mente es muy a
temporal…;
¿podría decirse así? De lengua y tripas muy sueltas, pero con muy
buen fondo. Tiene en su haber, entre otras, una lujosa mansión
veraniega en la conocida Venecia catalana, situada en la
Empuriabrava, Girona. Miles de acres de tierra desperdigados, es
decir, repartidas por algunas provincias españolas, y otras tantas
en el extranjero, y algún secreto… más; Por cierto, puede que,
algún no muy lejano día os relate una historia que me contó una
vez, siendo yo un muchacho imberbe, un tanto extraña y de la cual
aún guardo una zozobra galopante por la impactante sensación que
me causó al escucharla; Tan extraña que yo pasé un tiempo… cómo
decirlo… bueno, ahora seguramente no es el momento de explayarme
con esa misteriosa leyenda que, a decir verdad, no viene a cuento…o
sí; he aquí el dilema: ¿Es el momento o no es el momento? Para
narraros los acontecimientos tan funestos que, como cual maldición
a través de los tiempos, se cernió sobre los antepasados de mí
“venerada” familia. Y, sabe bien el Todopoderoso, que una
maldición de este calibre solo puede ser debido a…; Nunca dejo de
pensar en aquélla casona anti-diluviana, vieja y destartalada,
donde las haya (todo hay que decirlo en honor a la verdad) y que, mi
querida tía Lilay me legó, como el mejor de sus regalos, muy
gustosamente, la cual, bien es sabido, estaba en un estado casi…
ruinoso, y, aunque fuera…, bueno, qué más da, no es el momento
acertado ahora para reflexionar, puede que cuando llegue al valle, y
esté instalado, pueda repasar los vetustos y polvorientos diarios
de mi familia y comprobar si es verídica esa leyenda que mi tía
abuela Lilay me narró cierto día de inclemente tormenta, junto al
crepitar de la leña en la chimenea…
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